19 | 03 | 2024

 

El pasado 17 de Septiembre en la Ciudad de Atenas, Grecia, se llevó a cabo un conversatorio entre la FJC, UJC, JCV y juventudes comunistas de Siria y Polonia con media centana de cuadros de KNE sobre los cambios en América Latina y las tensiones inter-imperialistas en el mundo. El nombre del foro tuvo por nombre: “¡Si tiemblas de indignación a toda maldad, usted es mi compañero!"

 

A la juventud comunista de Grecia (KNE),

A los militantes, simpatizantes y amigos que se reunen en este festival,


Queremos expresar nuestra alegría y entusiasmo por encontrarnos por primera vez en éste festival. Agradecemos la oportunidad de poder dirigirnos a miles de jóvenes griegos para dar a conocer la situación por la que los comunistas en México nos enfrentamos a las dificultades en la lucha contra el capitalismo.


La situación en América Latina.

Durante el último año han ocurrido una serie de procesos en América Latina que han modificado el campo de combate en el que se desarrolla la lucha de clases en el continente americano. Estos cambios están ligados con el desarrollo mundial del capitalismo y la inherente lucha de clases que esto genera. Actualmente estamos viviendo las consecuencias políticas de la crisis económica del capitalismo y de la agudización de las contradicciones imperialistas y la amenaza de un conflicto militar entre las distintas potencias imperialistas.

 

A partir de 1999, y principalmente a mediados de la década del 2000, cuando el ciclo del capital iba en ascenso, hubo una serie de transformaciones en algunos países de América Latina, donde los monopolios que sostenían una gestión neoliberal fueron derrotados en elecciones presidenciales por otros sectores de la burguesía que sostenían, en mayor o menor grado, la necesidad de una gestión neokeynesiana del capitalismo y un desarrollo que fortaleciera principalmente a los monopolios nacionales frente al imperialismo norteamericano. Los cambios se lograron gracias a que fuerzas oportunistas y socialdemócratas lograran aprovechar el movimiento popular y obrero que había sido fuertemente golpeado por las gestiones neoliberales, y así ascender en poco tiempo al ascesar a puestos de poder en el gobierno. Es importante señalar que las organizaciones oportunistas y socialdemócratas que asumieron el poder en varios países de la región nacieron como resultado de un largo proceso de descomposición o desprendimientos de partidos comunistas y otras fuerzas revolucionarias, que en los momentos del triunfo de la contrarrevolución en la URSS mutaron en partidos y movimientos que dejaron de cuestionar la esencia del capitalismo, dedicándose únicamente a promover alguna de sus gestiones.


Los nuevos gobiernos que trajeron consigo un cambio en el modelo de gestión capitalista, fueron autonombrándose como fuerzas “progresistas”, y en sus casos más desarrollados, plantearon algún tipo de “socialismo” (socialismo del siglo XXI, socialismo andino, etc.) o de “revolución” (ciudadana, cultural, etc.). Los ejes más importantes y resultados de su política fueron:


El aprovechamiento de las ganancias estatales derivadas del alto precio de las materias primas exportadas (petróleo, gas natural, cobre, etc.) para aumentar el gasto social en programas sociales asistencialistas en vivienda, educación, salud, transporte, fueron sus mayores “logros sociales”, pero sin apuntar en ningún momento al corazón mismo de la producción capitalista: la propiedad privada de los medios de producción. Se mejoró el nivel del consumo de la clase obrera y los sectores populares sin afectar los niveles de ganancia del capital, además de aumentar el nivel de consumo público y el aumento de la inversión, lo cual sirvió de palanca de financiamiento a los monopolios nacionales.


El fortalecimiento del sector público en sectores estratégicos, con los cuales se subsidiaba el gasto social y materia prima a bajo costo para el capital asentado en el país. Las empresas públicas siguieron bajo la lógica natural del capitalismo, que entre otras cosas, ha implicado altos grados de corrupción por los mismos sectores en el gobierno, quienes comenzaron a acumular su propio capital individual.


· La desmovilización del movimiento obrero y popular, la transformación de sus bases partidistas en simples bases electorales, la introducción de la confusión entre la clase obrera y los estratos populares alrededor de las consignas de que se estaba construyendo un “socialismo del siglo XXI” y otros inventos ideológicos. Es decir, los gobiernos en América Latina sirvieron de instrumentos para desescalar el nivel de la lucha de clases, cooptando a los líderes sindicales y populares con puestos en la burocracia estatal, y desarmando ideológicamente a la clase obrera, bajo las falsas banderas de la “independencia y soberanía nacional”.


Contraposición en el punto político-diplomático al imperialismo estadounidense. En el plano económico un posicionamiento a la protección de los monopolios nacionales y la formación y fortalecimiento de uniones interestatales regionales (MERCOSUR, UNASUR, ALBA), y un mayor acercamiento a otros polos imperialistas, sea Rusia, China, o en menor medida, la Unión Europea.


Las instituciones y los aparatos estatales quedaron esencialmente intactos. El poder judicial, las instituciones electorales, lo medios de comunicación y el parlamentarismo continuaron con el juego de los cotos de poder, sin tocarse en lo más mínimo sus bases. Los aparatos represivos fueron fortalecidos en países como en Brasil o Nicaragua, y siguieron permaneciendo al frente de estos los mismos que años antes habían fungido como verdugos del pueblo. El único caso donde se ha intentado cambiar esta situación, aunque de manera incompleta, es en Venezuela. Ecuador y Bolivia le siguieron el paso pero de forma aún más titubeante. Los intentos de incluir a masas proletarias y populares en los asuntos estatales fracasaron en cada caso, y no fueron más que correas de transmisión y gestionadores de los programas sociales, aún en el caso más avanzado que fue Venezuela. Y son justamente estos aparatos estatales y la legalidad, que jamás osaron tocar, la que ahora fue utilizada por las fuerzas más oligárquicas para desplazarlos del gobierno.


A partir de la crisis de sobreacumulación y sobreproducción capitalista de 2008, la situación se ha venido modificando: las finanzas públicas sufrieron el impacto de la contracción del mercado mundial, los cambios en las tasas de interés, y principalmente la devaluación de las monedas latinoamericanas y del precio del petróleo y la minería han provocado que los gobiernos “progresistas” comenzaran un camino de vuelta sobre lo andado, y al igual que las gestiones socialdemócratas de Syriza o neoliberales como en México, comienzan a cargar sobre los hombros de la clase obrera los costos de la crisis. En términos políticos los “frentes de izquierda” (coaliciones político-electorales) que sustentaban los gobiernos comenzaron a pactar con sus rivales más cercanos; mientras las fuerzas oportunistas y hasta algunos partidos comunistas que habían sido arrastrados en este movimiento centripedo, justificaban el actuar. Así las “razones tácticas” sirvieron de escusa para aliarse electoralmente en Brasil con el “centro-derecha” como ellos lo llaman, y en Chile y Argentina a colocar a las fuerzas más oligárquicas dentro de la “coalición de izquierda”. Hasta en Venezuela alzaron la cabeza los elementos que buscaban la conciliación con la Mesa de la Unidad Democrática (MUD). La crisis, la disminución de los gastos sociales asistencialistas y la conciliación con la oligarquía más reaccionaria, llevó al fin del apoyo electoral que habían disfrutado durante la última década, y en cuestiones de meses, en casos como Venezuela el PSUV fue derrotado en las elecciones parlamentarias, Mauricio Macri ganó la presidencia en Argentina y Dilma Rousseff fue removida de su cargo por sus ex aliados en Brasil.


El desprestigio por casos de corrupción de estos gobiernos “progresistas” y la pérdida del apoyo social que tenían, fue aprovechado por los sectores monopólicos ligados al polo imperialista norteamericano para remontar sus posiciones en el aparato estatal. Los partidos socialdemócratas, como la historia lo comprueba, ceden sin dar una lucha real ante las fuerzas más reaccionarias del capital. Le temen más a la movilización de la clase obrera que a negociar la derrota con su competencia burguesa.


La clase obrera en latinoamérica se encuentra atacada ideológicamente por la socialdemocracia y el oportunismo que argumentan que todo es causa de la “ofensiva imperialista” sin reconocer en lo absoluto error alguno, buscando someter a los trabajadores a la lógica del desgaste electoral. Por su parte, los representantes de los monopolios más ligados a la economía norteamericana, cínicamente utilizan el discurso de la corrupción de los anteriores gobiernos y sus fracasos en política económica para generar desesperanza en la clase obrera, incluyendo a los jóvenes proletarios, para despolitizar y ligar esos gobiernos “progresistas” con el “socialismo”; para convencer que la crisis de los gobiernos progresistas es símbolo de la imposibilidad del socialismo.


La juventud se encuentra a su vez en la disyuntiva de ver que sus condiciones no cambiaron esencialmente en una década de gestión socialdemócrata: tienen beca pero la educación sigue siendo privada, reciben apoyos sociales, pero la inflación la reduce a nada, existen programas de seguridad social pero se mantiene el desempleo y la subcontratación real. Pero a la par, más temprano que tarde, se dan cuenta que los nuevos gobiernos son la otra cara del capitalismo, más represiva y que no recurre a ningún maquillaje para asegurar la dominación burguesa.


La situación en México.

En el caso de los países donde estas fuerzas de la “izquierda” sólo pudieron ganar elecciones locales, el mismos proceso se repite a nivel micro. En México hemos vivido las consecuencias de las gestiones del Partido de la Revolución Democrática (PRD), partido engendrado a partir de la unión de los sectores nacional-populistas del Partido Revolucionario Institucional (PRI) que gobernó por 70 años México y los sectores oportunistas del extinto Partido Comunista Mexicano y otras corrientes (maoístas, trotskistas, lombardistas, etc.). El PRD ha gobernado la Ciudad de México, y cinco estados más como Morelos, Guerrero, Michoacán, Chiapas y Oaxaca, en donde se han presentado los conflictos de clase más elevados en los últimos 20 años en nuestro país, y en donde en alianza con otros partidos, han cumplido un papel represivo utilizando a la policía, ejército y grupos paramilitares para enfrentar el descontento popular. Son esos gobiernos socialdemócratas del PRD, quienes cerraron filas con el PRI y el Partido Acción Nacional (PAN) para impulsar el Pacto por México, acuerdo aprobado en 2012 que permitió la unión de toda la burguesía para la imposición de reformas estructurales: laboral, educativa, financiera y energética principalmente, que tienen como eje la desvalorización de la fuerza de trabajo y el desmantelamiento de sectores (salud pública, educación y energéticos) al mercado mundial, incluyendo al propio capital privado mexicano.


Además es el PRD, junto a su escisión más reciente de nombre Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA), han sido responsables de la desaparición de 43 estudiantes de Ayotzinapa, del asesinato profesores y de 5 militantes del Partido Comunista de México en Guerrero, y recientemente de los asesinatos en Noxchixtlán, Oaxaca. En México, todos los partidos políticos que participan en elecciones, utilizan grupos armados del Estado y también de grupos delincuenciales provenientes de la industria capitalista del narcotráfico en nuestro país.


La lucha de los comunistas, el movimiento popular y la juventud.

Las medidas que el capitalismo emplea ante la crisis mundial han empeorado las condiciones de la clase obrera, es la juventud uno de los sectores que más experimenta el aumento del grado de explotación en los distintos aspectos de la vida para poder sobrevivir. La legalidad ha favorecido a la burguesía quien se ha valido de las reformas estructurales y nuevas leyes para desaparecer los derechos laborales y volviendo más largas, inseguras y peor pagadas las jornadas de trabajo. El día de hoy estas medidas están alcanzando no solo al proletariado industrial sino que también otros sectores, que como el magisterio, el sector salud, los trabajadores administrativos y comerciales, y los empleados del estado se han vuelto vulnerables por estos ajustes.


Para la juventud los empleos bien pagados, se han convertido solo un sueño. Se exigen muchos años de formación y experiencia laboral para conseguir mayor salario y prestaciones, intentando obligar a toda la juventud a soportar la explotación muchos años con la promesa de un futuro mejor, pero cuando ese tiempo llega, se topa con la enorme competencia y el creciente desempleo. Bajo el argumento falaz de la “flexibilidad laboral” se ha intentado institucionalizar la inestabilidad laboral y el fin de las prestaciones y derechos de trabajo.


La sub-contratación (outsourcing) se ha vuelto la principal forma en que los monopolios captan a la juventud con salarios cada vez más bajos, y aunque las condiciones de trabajo son tan malas, las ganancias para el capital siguen aumentando, pesando así la crisis únicamente sobre los hombros de los trabajadores. Bajo este mecanismo se crean un sinfín de empresas fantasmas, razones sociales y agencias de colocación donde colocan a todos los trabajadores, para eximir a los monopolios del pago de las prestaciones sociales, impedir la generación de experiencia, facilitar los despidos y eximir a las empresas de cualquier responsabilidad; bajo la complicidad y el apoyo del Estado y la legalidad burguesa.


Esta situación a la que se enfrentan las y los jóvenes comunistas, no es más afortunada a la que enfrenta la juventud en general. En muchos países de América Latina, el desarrollo de la industria del narcotráfico ha corroído todos los niveles de la sociedad y la economía. La producción, transporte, exportación y distribución interna de drogas, es una industria muy lucrativa que ha oxigenado al capitalismo en los últimos años, y que ha permitido a ciertos gobiernos como el colombiano o el mexicano, evitar una catástrofe económica. La industria de las drogas, no es como lo pintan los medios de comunicación un grupo de forajidos escondidos en cueva que transportan la droga. Es una industria ligada a grandes bancos estadounidenses y europeos, así como a las agencias norteamericanas como la CIA y la DEA; que en Latinoamérica entrelazan sus capitales con la banca nacional, la inversión inmobiliaria y agroexportadora, y hasta en las manufacturas. Las drogas son una palanca de financiamiento de los monopolios latinoamericanos, están ligados directamente con todos los partidos burgueses, incluyendo a la socialdemocracia.


Ante las situaciones antes señaladas se vuelve aún más imprescindible la claridad política, que sólo el marxismo leninismo otorga, para partir de una posición clasista, y no dejarse confundir por las falsas banderas de la “soberanía y la independencia nacional” que en los últimos años se han levantando en México y América Latina. Hoy vuelve hacer necesario la actuación de las juventudes comunistas, con la claridad suficiente para impulsar a la juventud proletaria y de estratos populares, a la lucha por el socialismo-comunismo.

 

Partido Comunista de Mexico

El Comunista