19 | 03 | 2024

 

Por José Guadalupe Rodríguez


1. El desarrollo de los medios de producción y su papel revolucionario.


La burguesía, a lo largo de la historia, jugó un papel verdaderamente revolucionario. Parte de ello se manifiesta en la imposibilidad de existir sin revolucionar incesantemente las fuerzas productivas; como bien reseñaban Marx y Engels en el Manifiesto Comunista.[1] Esto también incluyó el enorme avance que hubo en todos los instrumentos y mecanismos para emitir y transportar información e ideas, es decir, en el desarrollo de los medios de comunicación e información. La invención y masificación de la imprenta, el telégrafo, el sistema de correos, la prensa masiva, el teléfono, la radio, la televisión, los satélites y el internet, forman parte de este ímpetu revolucionario.

 

Todos estos inventos e innovaciones tecnológicas, responden a necesidades económicas, y derivado de ello militares. Su invención, independientemente de las circunstancias particulares que la rodean, tiene como origen un proceso social ligado a las necesidades del capitalismo. Estos inventos rápidamente fueron acaparados por los negocios, la industria y la guerra; pero secundariamente pasaron a incidir en otros espacios de la vida social. No se puede negar que su desarrollo tuvo un aspecto progresista al elevar del nivel de cultura de las grandes masas populares.

 

 

 

El primer invento que elevó el nivel cultural de las masas fue la imprenta. Antes del invento de Gutemberg, la comunicación escrita era monopolizada por las clases dominantes; se encontraba en los monasterios y las bibliotecas de algún príncipe ilustrado. La servidumbre era mayoritariamente analfabeta y condenada a comunicarse únicamente por vía oral. Así la dominación ideológica también se reproducía también por esa forma, tradicionalmente, vía la Iglesia católica, que era la única institución feudal que tenía la capacidad de influir de manera sistemática y permanente en las masas de siervos. Este hecho cambió con el desarrollo de la imprenta, que ligado a la reforma protestante, permitió romper el monopolio de la comunicación escrita, a partir de la impresión masiva de Biblias en alemán (cabe recordar que en esas fechas las misas católicas –liturgias- en todo el mundo eran realizadas en latín).

 

A partir de la imprenta, siglos después se desarrolló la prensa escrita: periódicos, revistas, boletines, etc.; los cuales servirían como voceros de la burguesía en asenso. Su momento de crecimiento coincide con el periodo de las revoluciones burguesas a finales del siglo XVIII, donde también el incipiente movimiento obrero comenzó a hacer uso de ellas. Aunque su público era relativamente restringido para esa época –la población que sabía leer y tenía el dinero para comprarlo-, tuvo una influencia muy importante en el artesanado y los obreros calificados, quienes pudieron informarse de los sucesos que ocurrían en su país y el mundo, y conocer nuevas ideas políticas, lo que contribuyó a romper las cadenas del pensamiento “aldeano”, ensimismado en los límites de la comunidad rural.

 

Durante el siglo XIX el avance principal estuvo en los medios de información, a partir de los avances en la utilización de las ondas electromagnéticas. Esto permitió transmitir información a grandes distancias, mediante ondas de radio o impulsos eléctricos, como lo fueron la radio, el teléfono y el telégrafo. Lo que antes requería de horas o días de transporte por ferrocarril o por barco para transportar información impresa, ahora significa cuestión de minutos. Estos descubrimientos, coinciden también con la invención del fonógrafo y el cinematógrafo, que revolucionaron el alcance de la comunicación visual y sonora. El uso de imágenes y sonidos, que es más versátil que la comunicación impresa y no requiere saber leer, aumentaron las posibilidades de llegar a más personas, aunque seguía siendo muy restringido por el alto costo de un fonógrafo o de un boleto para el cine.

 

Finalmente, en la época del imperialismo es que los medios de comunicación “masiva” encuentran su auge, con la difusión de las radiodifusoras y principalmente con la televisión. El gran logro de estos inventos es haber combinado los beneficios de la comunicación visual y sonora, con la masividad completa que permitía el sistema de “difusores-receptores”. Su mayor logró es lograr una masividad, hasta ahora no conocida. Permitía que ciertos centros productores de información, a través de antenas pudieran enviar información a millones de aparatos receptores.[2] Esto influyó en casi todos los sectores sociales, pero principalmente en las clases rurales, las cuales aún se encontraban relativamente dispersas y atomizadas en sus comunidades, y de esta forma -en términos ideológicos, en términos materiales el mercado mundial ya los había integrado- podían enlazarse culturalmente a la sociedad burguesa por medio de la televisión y la radio.[3]

 

Podrá sonar paradójico, y contrario al sentido común “de izquierda”, pero se debe reconocer este papel revolucionario de los medios de comunicación “masiva”, en particular la televisión, para comprender a su vez como se vuelve su contrario, y se transforma en uno de los mayores instrumentos de reproducción de la ideología dominante. Por lo tanto para analizar los medios de comunicación e información, debemos partir por aceptar su papel revolucionario al elevar el nivel cultural de las clases sociales atrasadas de manera masiva y homogénea, al permitir la conexión cultural con un mundo que supera los límites de su clase y su comunidad.


2. Su carácter de clase en el capitalismo

 

En primer momento, el desarrollo de los medios de comunicación e información, como el de todas las fuerzas productivas, sirvió de base para la expansión de las relaciones capitalistas de producción. Por ejemplo, el telégrafo, y más recientemente el internet, permitieron expandir la acción del capital bancario a través de las bolsas de valores. Sin embargo, el principal uso económico que tuvieron fue el de convertirse en una industria capitalista más.[4] Los medios de comunicación y de información no escaparon de las relaciones de producción que ayudaban a fortalecer y fueron atrapados como instrumentos para la producción de plusvalía, como instrumentos para acumular capital. Ese es la base de su carácter de clase en la sociedad capitalista, y el primer punto del que debe partirse para entender su impacto social.

 

En la fase “liberal” del capitalismo, pequeños capitales podían comprar una imprenta, pagar sus propios corresponsales e iniciar un periódico particular. Pero conforme el capitalismo avanzó a su fase imperialista, también los medios de comunicación tuvieron transformaciones técnicas que implicaban grandes capitales para poder invertir en ellos. Actualmente sólo un gran monopolio puede invertir en antenas de radiodifusión o contratar los servicios de un satélite de comunicaciones. Como por ejemplo ocurre en México, donde grande monopolios como Telmex, Televisa y TvAzteca controlan una serie de televisoras, la telefonía, cadenas de radio, periódicos, etc.[5]

 

Llegamos aquí al nudo de la cuestión, su carácter de clase dentro del capitalismo. Como veíamos más arriba, el principal avance que significó el desarrollo de los medios de comunicación fue su masividad, pero esta solo se dio respecto a la posibilidad de recibir información, y que en una economía de mercado se transforma en “consumo” de mercancías. Por ejemplo, a diferencia del “arte” en el capitalismo, el cual su consumo es de difícil acceso para la clase obrera, el consumo de periódicos, programas de televisión y radio, son bastante accesibles para cualquier trabajador. Pero la producción y emisión se encuentra actualmente en poder de una sola clase social, la burguesía; y especialmente, en su forma de monopolios.


3. Su función como reproductor de la ideología dominante


Vemos que en la actualidad quienes poseen los medios de comunicación e información son los monopolios, los cuales los utilizan fundamentalmente para acrecentar su capital. Para hacerlo tiene que producir mercancías en concreto y poner a sus obreros a realizar un trabajo concreto, que es en general la producción y emisión de información. Pero si es la clase burguesa la que controla los medios de comunicación, es claro que el contenido de lo que comunique serán sus propias ideas.


Esto lo explicaban Marx y Engels en La ideología alemana al argumentar que:

Las ideas de la clase dominante son las ideas dominantes en cada época; o, dicho en otros términos, la clase que ejerce el poder material dominante en la sociedad es, al mismo tiempo, su poder espiritual dominante. La clase que tiene a su disposición los medios para la producción material dispone con ello, al mismo tiempo, de los medios para la producción espiritual, lo que hace que se le sometan, al propio tiempo, por término medio, las ideas de quienes carecen de los medios necesarios para producir espiritualmente. Las ideas dominantes no son otra cosa que la expresión ideal de las relaciones materiales dominantes, las mismas relaciones materiales dominantes concebidas como ideas; por tanto, las relaciones que hacen de una determinada clase la clase dominante, o sea, las ideas de su dominación. Los individuos que forman la clase dominante tienen también, entre otras cosas, la conciencia de ello y piensan a tono con ello; por eso, en cuanto dominan como clase y en cuanto determinan todo el ámbito de una época histórica, se comprende de suyo que lo hagan en toda su extensión, y, por tanto, entre otras cosas, también como pensadores, como productores de ideas, que regulan la producción y distribución de las ideas de su tiempo; y que sus ideas sean; por ello mismo, las ideas dominantes de la época.


Las ideas que predominan en toda la vida social burguesa son las ideas de la clase que posee los medios de producción que hacen posible la vida en la sociedad burguesa. Eso incluye a todos los medios de comunicación masiva, en todos sus aspectos. Olvidar esto puede llevarnos a varias incomprensiones sobre su función como reproductores de la ideología dominante.


Primero que nada, queda claro que no existe ningún tipo de “objetividad” en los contenidos de los medios de comunicación. Dado que todos pertenecen a los monopolios, estos difundirán la ideología dominante con sus respectivos matices. Por ejemplo, actualmente en México se puso de moda el caso “Aristegui” una periodista que trabajaba para CNN (monopolio de las comunicaciones norteamericano) y MVS. Ella mantenía un contenido “critico” hacia el gobierno en turno y hacía ciertos grupos monopólicos, destapando fraudes y corrupciones de ciertos políticos y dándole difusión aciertos procesos sociales e ignorando otros. Sin embargo, esto respondía a los conflictos intermonopolistas.[6]

 

Esto también aplica para negar la existencia de contenidos buenos o malos, dentro de estos medios de comunicación. Cualquier programación de televisión, radio o prensa que consumamos será un reflejo de las condiciones materiales en las que se desarrollan. Por ejemplo, es muy fácil identificar el contenido ideológico en programas como La rosa de Guadalupe o periódicos como La Razón, donde cínica y vulgarmente defienden el orden existente y condenan (de una manera burda) todo aquello que se contraponga. Pero es más difícil identificar ese contenido que no hacen una apología abierta al sistema capitalista y sus valores, como los libros de superación personal, las series de televisión, las caricaturas, las películas de Hollywood y hasta el “cine de arte”. En ellos la ideología se manifiesta “se manifiesta en la perpetuación o ejemplarización de los roles sociales o valores morales de la sociedad en la propia serie o película”[7]

 

Por lo tanto, si uno quiere acabar con la ideología dominante, no basta con atacar únicamente a esas ideas o a los medios por los que éstas se transmiten. Es por ello, que resulta trillado los mensajes “progresistas” del sentido común: “pónganse a leer”, “deja de ver telenovelas”, “infórmate”, “no veas Televisa mejor ve a CNN, perdón a Carmen Aristegui”, “deja las películas de Hollywood y ve cine de arte”.[8] Sólo combatiendo las bases materiales que sustentan la ideología dominante y sus aparatos de reproducción, se podrá modificar la situación.

 

Aquí es donde se observa como el carácter revolucionario del desarrollo de los medios de comunicación a partir de su masividad, se trastoca en su contrario y se vuelve en uno de los aparatos reproductores de la ideología más masivos y sistemáticos que existen.



[1] Al menos esto es así en sus inicios y en su época de asenso, registrándose un sinfín de adelantos científicos y tecnológicos en el siglo XVIII y XIX, sin igual en toda la historia de la humanidad. En su fase última y agonizante del capitalismo, en el imperialismo, el desarrollo de las fuerzas productivas que introduce la lógica del capitalismo, choca con los intereses monopolistas que frenan estos avances para mantener y aumentar sus ganancias; lo que agudiza la contradicción entre las relaciones de producción y las fuerzas productivas.

[2] Por ejemplo,

[3] Y para ser fiel al sentido de este artículo, un apoyo visual y sonoro al argumento, la canción de Rammstein Amerika https://www.youtube.com/watch?v=4NAM3rIBG5k.

[4][4] Como Marx explica en el tomo II de El Capital, los medios de información y de transforme, funcionan como cualquier otra industria capitalista, donde la “mercancía” que producen es el transporte mismo –de cosas, personas o información- de un lugar a otro, con la respectiva producción de plusvalía y explotación al trabajador. Lo que vende tanto un ferrocarril como un periódico es el traslado material (aún la transmisión por ondas electromagnéticas es un fenómeno material y no “ideal” ni “intangible) de algo (minerales, noticias), resultado del trabajo humano. Aunque no es el objetivo de este artículo entrar en esa discusión, alertamos al lector a tener cuidado en concebir la información como algo “intangible”, su emisión y transmisión necesariamente tiene que tener una base material, en tanto la “telepatía” no sea confirmada.

[5] Esto es un ejemplo más de cómo el desarrollo del capitalismo no sólo conlleva a la centralización y concentración de la producción y el capital, sino también a la socialización del trabajo, en un proceso contradictorio. Resulta que mientras más masivos e interdependientes se vuelve la producción y emisión de información e ideas a través de los medios de comunicación, más pequeño se vuelve el número de los monopolios que los controlan. De esta forma a diferencia de las revoluciones en el siglo XIX donde el poder revolucionario había de controlar a cientos de pequeños periódicos, hoy basta con expropiar a 3 grandes monopolios para acceder a más del 90% de la televisión, la radio y la prensa escrita.

[6] Para ahondar en este tema puede verse el artículo del camarada del PCM Marco Vinicio “El fetichismo de la imparcialidad de los medios de comunicación: El caso Carmen Aristegui”

http://elcomunista.nuevaradio.org/?p=1468

[7] Véase el artículo de los camaradas de los Colectivos de Jóvenes Comunistas “El medio audiovisual como herramienta de transmisión ideológica”

http://www.tintaroja.es/cultura/517-el-medio-audiovisual-como-herramienta-de-transmision-ideologica

También pueden verse en la misma página análisis y críticas a la ideología en los Simpson (http://www.tintaroja.es/opinion/966-tinta-roja-27-la-ideologia-de-los-simpsons-25-anos-despues) y a una lista de series y películas que aparecen en el primer artículo mencionado.

[8] Pueden encontrar una síntesis de este sentido común “progresista” en el siguiente video: https://www.youtube.com/watch?v=bR5Wt0wdZJE

 

Partido Comunista de Mexico

El Comunista